viernes, 12 de octubre de 2007

Editorial


En las montañas de la Verdad nunca se sube en vano;
se alcanza un punto elevado hoy ó bien
se preparan los poderes
para ascender aún más alto mañana.

Friedrich Nietzsche.

A principios de 1770 salió de Cádiz con 300 tripulantes y pasajeros el velero Oriflama. Pertenecía a la firma naviera Ustáriz. La nave venía hacia América al mando del capitán José Antonio Alzaga y del piloto Manuel de Buenechea. Desde que entró al Pacífico hincharon las velas de la nave vientos que presagiaban terrible tragedia. Una epidemia misteriosa y el hambre diezmaron la tripulación y pasajeros.

Al atardecer del 23 de Junio de 1770, el Oriflama fue avistado en las cercanías de Valparaíso por el velero Gallardo, comandado por el capitán Juan Esteban Gallardo. Allí, entonces, comenzó su leyenda áurea. El Oriflama devino en un barco fantasma que recorre los puertos del litoral chileno. Se le conoce con los nombres de la Nave de los Agonizantes, la Nave de los Muertos y el Cementerio Flotante. Se le ha visto numerosas veces en Valparaíso, Constitución y la costa de Arauco.

Como estos navegantes fantasmas, como los argonautas, navegamos en las aguas del espíritu y de la materia, en una búsqueda eterna del ser y del conocimiento. Navegamos en las espantables aguas del Océano del Espíritu, en búsqueda del conocimiento.

Rafael Videla Eissmann
Editor de El Oriflama